LA OBRA DE CERCA
Toros y Toreros
Los toros de Marisol Barroso nos embisten la mirada de rojos, azules, negros y terrosos. Algunos de ellos, con un estilo desdibujado, difuminado y con cuerpos robustos de pinceladas, terminan por apaciguarse al cabo de los trazos expresionistas. Otros parecen inspirados en las figuraciones rupestres de Lascaux, Altamira y tantas cuevas prehistóricas más. En ese sentido, los bóvidos de sus lienzos manifiestan su carácter, fortaleza y bravura a través de tonalidades orgánicas como el marrón, castaño, bronceado o dorado. Sin duda, el orgullo animal de portar dos medias lunas en la cabeza, de pertenecer a una manada salvaje, de tener un pelaje pintado por la noche y por la tierra, de poseer temple en el toril y grandiosa valentía en el ruedo, de bailar con el torero hasta la muerte, de mugir desde la gravedad de sus entrañas y de volar tanto en el toreo como en el campo, se plasma en sus telas. Asimismo, el traje de luces, la personalidad masculina, la faena lejana, el bullicio de la plaza y demás parafernalia taurina. Por supuesto que los caballos también aparecen en sus obras, tal cual seres grabados, impresos o sellados al soporte, que representan personajes espirituales, de compañía y dignos de la más astuta charrería. Suelen estar trazados en medio de blancuras agitadas y accidentadas o bien entre tonos oscuros. Destaca la elegancia de sus posturas, su porte característico, sus movimientos y su colorido sobrio.